Una alimentación con una reducción del 30% de la ingesta calórica aumenta la longevidad. Según los resultados del trabajo de Hoeijmakers publicados en la revista Nature en 2016, que resume en un par de frases: «Nuestro trabajo muestra que la causa del envejecimiento radica en los daños que sufre el ADN. Y la dieta es un factor que permite disminuir esos daños».
Ante una restricción calórica, el organismo responde invirtiendo sus esfuerzos en mecanismos de defensa, para protegerse y ser más resiliente. En cambio, cuando tiene suficiente comida, lo que ‘piensa’ es que todo va bien, que no hay nada que temer. Y el daño es más rápido.
Todavía no se conoce la dieta perfecta. La mayoría de estudios se han hecho en ratones, que tienen muchas cosas en común con los humanos, pero no son humanos. Y lo que hemos visto es que los efectos más potentes se dan con una restricción general, no sólo de un componente de la dieta.
Hoeijmakers está convencido de que los efectos protectores de una alimentación frugal van mucho más allá de poder retrasar la llegada de la tercera edad. Según su hipótesis, que -remarca- está probando en ensayos clínicos, también podría contribuir a reducir los efectos secundarios de la quimioterapia, prevenir la aparición de enfermedades neurodegenerativas o favorecer una mejor recuperación tras una cirugía.
El material genético se daña continuamente debido a múltiples factores. ¡Incluso por el agua! Cada día, 10.000 bases del ADN se pierden a causa del agua. También la radiación, el calor, o nuestro propio metabolismo contribuyen. Es inevitable. Y esos daños celulares no siempre pueden repararse, así que se van acumulando. Sabemos que muchos de ellos conducen a la aparición de tumores. Es por eso que el envejecimiento y el cáncer están relacionados, a través de los daños en el ADN.
¿Seremos capaces de frenar el envejecimiento y esas enfermedades que lleva asociadas? No, creo que no seremos capaces de detenerlo, pero sin duda sí de retrasar la vejez y de promover un envejecimiento saludable. Hoy en día, la edad máxima que puede alcanzar una persona no supera los 120 años, pero creo que, si el estilo de vida, incluyendo la alimentación y la actividad física, se optimiza desde la niñez para reducir el daño del ADN, la gente podrá superar los 140 años en el próximo siglo.